16/12/06

"Tengo la voluntad de que los Redondos vuelvan"

En una charla a fondo, dice que habló con Skay sobre el futuro de los Redondos. También cuenta que ya tiene un nuevo disco listo, habla de Cromañón y sobre su hijo Bruno. Y concluye: "Se terminó la bohemia".


Ahí está el hombre más misterioso del rock argentino: sentado, las piernas cruzadas, ropa deportiva, la pelada brillosa. Lo del misterio comienza a diluirse pronto: la personalidad que asoma es la de un señor serio, amable, charlista incontinente. Carlos "El Indio" Solari invita café y medialunas y deja husmear su oficina/estudio Luzbola: fotos de su mujer, Virginia; una guitarrita de su hijo Bruno, de cinco años; discos, libros, una computadora portátil, un par de teclados, una colección de papel para armar cigarros, una foto que lo muestra en las escaleras de un típico sótano de rock neoyorquino, los dibujos originales que ilustraron el disco solista debut El tesoro de los inocentes (bingo fuel) y un equipo de música más o menos moderno.

Del equipo se escuchan fados de Amalia Rodrígues.

"Ando con mil proyectos. Pero estoy tratando de no moverme más rápido que mi alma. Tengo 56 pirulos. La edad hace que ya no tenga el vértigo de antes." Son los primeros diez minutos de una entrevista que, entre digresiones, divagues y comentarios domésticos, duró exactamente cuatro horas. Como en los viejos tiempos de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, las entrevistas son escasas pero en condiciones ideales. Y en circunstancias precisas: en este caso, la promoción de los primeros shows en vivo como solista el 12 y 13 de noviembre en el Estadio Unico de La Plata. "Son dos fechas, un montón de gente. No sé cuántos irán."



¿Tenés dudas?

No. El disco se vendió muy bien. Yo me planteé qué buscaría la gente en un concierto mío. El material del disco solista, por supuesto, pero creo que básicamente quieren volver a escuchar las canciones de los Redondos cantadas por mí. Y con los mismos arreglos con los que fueron grabados. Va a sonar muy power, porque la banda es muy power (Baltasar Comotto y Gaspar Benegas en guitarras, Marcelo Torres en bajo, Hernán Aramberri en batería, Pablo Sbaraglia en teclados y samples). Y van a ser temas emblemáticos: Susanita, El pibe de los astilleros, El héroe del whisky más, Fuegos de octubre, Doctor Saturno, Juguetes perdidos, por supuesto Ji, ji, ji. Quiero que la gente la pase bien.

Cada rato repite eso de "tengo 56 pirulos". El paso del tiempo, parece, lo obsesiona. También su imagen pública. Critica duramente una biografía reciente y hace poco probó escribir Indio Solari en el buscador Google. "Me asombró lo que cree la gente de mí. Y lo del libro es un disparate total. Cualquiera cuenta cualquier cosa. Ese libro es la historia de los Redondos contada por cualquiera, y por Poli y Skay; eso le pasó a ellos. Yo nunca fui un hippie bucólico, no tengo nada que ver con La Cofradía, difícilmente encuentres mostacilla y sahumerio en mi vida. Siempre fui urbano, se nota en las letras."



¿Por qué creés, entonces, que tu figura genera esos malentendidos?

Mirá, a la gente le cuesta entender que uno cambia permanente mente. Uno a veces posee cosas que no poseía, los amigos te abandonan o te engañan, vos cometés las mismas tropelías que ellos, uno cambia de quimeras, tiene otras. Entonces cuando vos no describís públicamente tu vida, la describe otro. Y queda un monstruo construido del cual no me puedo hacer cargo. Es incómodo para mí, pero ya me rendí al respecto.



Cuando hablás de cambio de quimeras, ¿de qué hablás?

Yo abandoné la bohemia hace unos años. Me resultaba repetido el desfile de personajes y el gasto físico y de salud era muy grande para lo que estaba recibiendo a nivel emotivo. Ahora tengo más tiempo para melonear y te puedo decir que lo que realmente me importa es hacer canciones, dibujar, escribir, pintar. Zozobraron los sueños colectivos, a partir de los '80 vino esa cosa del individualismo. Por supuesto que me gustaría que existiese otro diseño de vida. A mí me gustaría vivir de otra manera, me resisto a la bestialidad y la brutalidad que la pobreza extrema lleva a una sociedad. Y son años y años de una economía de ultra pobreza. Pero esto es así. Soy un tipo normal, no sé, veo televisión como cualquiera. Lo único que me tomo muy en serio es mi obra. Tengo una mujer y un hijo al que quiero ver crecer. Trato en lo posible de espiarlo yo a él y que él no me espíe a mí. Bruno no sabe nada... sólo que el papá canta porque, bueno, alguna revista llega, y los vecinos y los padres de sus compañeritos hablan. Nada más.

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Fechas: el último concierto de los Redonditos de Ricota fue el 4 de agosto de 2001 en el Chateau Carreras, poco antes de que el país estallara y se cocinara en cacerolas; el primer disco solista del Indio Solari salió en noviembre de 2004, poco antes de Cromañón. En el medio, Skay Beilinson declaraba que los Redonditos se tomaban "un año sabático que pueden ser cuatro, cinco, diez" y editaba dos discos: A través del mar de los Sargazos y Talismán.



Hace un rato decías que, para tus shows de noviembre, pensabas en qué querría la gente. ¿Sabés que en los conciertos de Skay cantan eso de "sólo te pido que se vuelvan a juntar"?

Sí. A mí me encantaría que nos juntáramos. Yo haría el esfuerzo.



¿Seguís sin hablar con Skay?

Hablamos últimamente porque tenemos que vernos, más que nada por intereses en común, cosas que quedaron, cosas que podrían hacerse con material grabado, videos grabados de los conciertos de Racing y de River.



¿Por qué se separaron finalmente Los Redondos?

Son problemas que hemos tenido en la intimidad. Bastante duró la joda. Digo: fueron casi treinta años. Cada uno tiene la personalidad que tiene. Sé que soy medio nazi y exigente con un montón de cosas, que no relego mis voluntades y mis caprichos con facilidad. Qué sé yo, todos tenemos defectos. Y al querer ser honestos con nuestros sentimientos, el proyecto del cual pendían miles de personas se diluyó en la nada. A mí eso no me gustó. Yo prefiero —por más que cada uno esté entusiasmado con proyectos personales— tratar de hacer una despedida mejor. A mí me quedó un sabor agrio. Cuando miro para atrás, a veces está nublado.



¿De qué más hablaste con Skay?

No, eso. Nos mandamos cariños, esas cosas. El está atareado con sus proyectos y yo con los míos. Supongo además que el resto de los chicos de la banda también quedó resentido. Yo creo que es algo difícil de volver a capturar. Pero yo tengo la voluntad para juntarnos. A mí no me pasaron cosas más importantes en la vida que formar parte de una banda como los Redonditos.

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Ofrece más café de un termo. El sol entra a través de una persiana americana, débil, casi horizontal. La casa del Indio es de campo, amplia, cómoda, con obreros trabajando y varios perros ovejeros alemanes encerrados en la entrada. Queda en la zona de quintas de Parque Leloir. "Algunos periodistas entraban como si esto fuera Xanadú. Y es mi casa, una casa de alguien que vive bien... pero nada más", parece justificarse. Solari maneja un ancho espectro de temas y cuando se afloja hasta es capaz de confesar que le gusta cantar tangos. "No te rías, los canto bastante bien. Me gustan tangos como Ladrillo, esa onda, no los más junados. Me gustaría alguna vez formar una orquesta típica y cantar. Esto no deja de ser un disparate, okey, pero me gustaría." También habla de cómo se fascinó con gente como Gilberto Gil, Caetano Veloso y Chico Buarque en un viaje que realizó por Brasil ("esa lírica impresionante") y recuerda a Luca Prodan: "Acá los muertos son invencibles. Yo rescato también el talento en algunas líneas de texto de Roberto Pettinato".

Y define, o intenta definir, los proyectos de los que hablaba al principio. "Ya tengo como cincuenta temas para el próximo disco y también el arte de tapa y el título. Pero no te lo voy a decir. Lo que sí te digo es que va a ser un disco más crudo que el primero, con más guitarras que máquinas. También tengo compuestas unas músicas que yo llamo fractales porque tienen que ver de alguna manera con la geometría. No tienen formato de canción, no sé si serán músicas incidentales de alguna película o si irán a parar a algún álbum extraño... Sigo escribiendo El delito americano, que es gigante. A veces creo que debería usar esa música para hacer una película cuyo guión sea justamente El delito americano. Pero no me imagino con actores. Creo que debería ser algo con dibujos animados. Por último, tengo craneado un disco con algunos músicos muy grosos de acá sobre covers en español de temas del rock sajón, como Trufas en el Savoy, de Los Beatles." No dice más.

En un rincón, algunas botellas de bebidas varias (whiskies, tequilas) se mezclan con compactos. Alguien llama por teléfono para informar que el almuerzo está listo. "Vayan comiendo ustedes", pide. Mira al cronista y dice: "Sigamos".



¿Qué opinás de la tragedia de Cromañón?

No es mi intención hurgar en llagas y heridas, pero tengo mi punto de vista. Yo no lo puedo ver a Chabán como un asesino. Ni siquiera como un empresario. Para mí es un artista. Creo que lógicamente se tiene que hacer responsable porque le explotó a él. Pero hay que ver todo esto en el marco de las inseguridades que tiene nuestra sociedad. Yo nunca he tenido una relación profunda con Chabán, hemos, sí, tocado en Cemento. Y en otros lugares peores. Yo he tocado en lugares donde no se murió nadie de pedo. Es así. No hay que ser hipócrita. Quiero dejar de lado el desgarrador dolor de los padres, respeto ese dolor con el alma. Pero no le podemos dar conciencia social a un grupo de padres desesperados, porque ellos pretenden algo muy parecido a la venganza. En fin, todo el país está dentro de los parámetros de seguridad de Cromañón. Y no son los parámetros de Bélgica o Suiza. Son parámetros de Tercer Mundo.



¿En qué sentido?

Es todo así. El Dodge 1500 que va por la autopista con la rueda floja... Se le sale y nos matamos cinco. El verdulerito que va con su chata a buscar verdura al Mercado... Es esa chata, no puede tener una segura. Porque no puede laburar, no le da el filo. Igual, no quiero meter todo en la misma bolsa. Hace poco leí en una entrevista con León Gieco que hablando de Cromañón metió el tema de Walter Bulacio. No tiene nada que ver: a Bulacio se lo llevó la policía de afuera del estadio de Obras y lo mató en una comisaría. Meterlo alegremente para hacer número de gente siniestrada me parece que no está bien.

Se apasiona el Indio, como si se encrespara. Pero no: es su modo. Habla firme y no da rodeos. Dice que consume mucho cine por televisión y da detalles técnicos de la obra de Godard y Fellini. Van cayendo los músicos para ensayar; el Indio dice que arranquen solos, que va a dormir una siesta "porque anoche me desvelé a las 3 de la mañana y no pude dormir más". Acompaña hasta la puerta, se entusiasma con la historia de la casa ("era un viejo haras, ves, ésta era una caballeriza") y se pierde en una habitación donde la televisión está encendida y Jorge Rial vocifera quién sabe qué nuevo romance.

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